Stella Lugo
Una gran parte de la humanidad recuerda esta semana el sacrificio, crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret, lastimosamente en medio de una banalización creciente, promovida por el capitalismo desde sus medios de comunicación. La real historia que existe tras la figura de Jesús y la causa que generó la formación del Cristianismo trata de desvirtuarse tras la comercialización de esta conmemoración y las falsas constricciones que ofrecen, hoy, quienes representan al imperio romano y, en general, al sistema de valores que condenó a morir en la cruz a un hombre que reivindicaba a los pobres, esclavizados y excluidos del mundo; al humilde hijo de un carpintero que se atrevió a difundir la idea de un mundo diferente, de un mundo de iguales.
Han pasado, según los historiadores, más de dos siglos desde que el imperio romano sacrificó a Jesús de Nazaret, después de someterlo a múltiples sufrimientos para hacerlo desistir de su prédica. El imperio romano no sobrevivió todo este tiempo, cayó, como han caído todos los imperios del mundo, producto de la fuerza de los múltiples conflictos que desatan, de la degradación moral que provocan, y de la lucha que generan los pueblos que oprimen.
Sin embargo, a más de dos mil años, la humanidad sigue padeciendo la opresión del poder imperial, ahora globalizado, sofisticado, dueño de espacios y mecanismos que manipulan y controlan el pensamiento de millones de personas; y con aparatos legales internacionales listos para legitimar cualquier agresión contra pueblos soberanos.
En esas está el imperio estadounidense, tratando de legitimar una agresión contra nuestro pueblo, a través de una terrible campaña que desfigura nuestra realidad, nacional e internacionalmente; habilitando y renovando instrumentos como “La Orden Ejecutiva”, conocida como “Decreto de Obama”; al igual que la llamada “Carta Democrática”, léase realmente “Carta de Intervención”.
Y, todo por la única razón que lo asiste: expandirse, tal cual como se expandió el imperio romano; apropiarse de nuestros recursos, tal cual como lo hizo el imperio romano en gran parte del Viejo Mundo; y explotar a nuestro pueblo, como lo hizo el imperio romano con los pueblos invadidos a quienes esclavizaba.
Ahí está el imperio estadounidense comprando voluntades nacionales contra el pueblo soberano de Venezuela, como lo hizo el imperio romano con las voluntades de la casta eclesiástica de entonces, que entregó a Jesús de Nazaret y a todo su pueblo (hoy Palestina) que, valga decirlo, nunca ha dejado de luchar, y ahora se defiende contra la invasión sionista, apoyada por los yanquis para controlar la rica zona conocida como “Media Luna”.
El triste papel de la oposición venezolana, que esta semana asistirá a misa, comulgará y se declarará más cristiana que Cristo, es el mismo papel de los jerarcas religiosos de esa época, quienes pusieron preso a Jesús de Nazaret y lo entregaron a los romanos para que lo crucificarán por haberse convertido en la esperanza de los pobres y oprimidos. En verdad, es triste el papel de la MUD: prestarse que la Patria sea invadida y gobernada por la Casa Blanca, auspiciar la crucifixión de sus propios connacionales.
Pero, de la misma forma en que el pueblo de Jesús de Nazaret supo resistir y organizarse, de la misma forma en que las ideas de igualdad y justicia siguen vivas, izando sus banderas en los cinco continentes, nosotros, pueblo soberano en resistencia, pueblo antiimperialista y decidido a defender la Patria, seguiremos resistiendo, organizándonos y luchando.
Así como el imperio romano fue derrotado, así se derrotará a su hijo bastardo: el imperio transnacional, que lo único que ha generado en el mundo es muerte, pobreza, frustración y desolación. Si estudiamos la dimensión de la tragedia que el imperio estadounidense ha ocasionado en Iraq, Afganistán, Libia, Siria y Palestina, al otro lado de nuestro mundo; y, a Guatemala, Nicaragua, Grenada, Panamá, además del Cono Sur, al que plagó de dictaduras macabras, por medio del Plan Cóndor; y a nuestra vecina Colombia, invadida “suavemente” con nueve bases militares y el Plan Colombia, nos daremos cuenta que el imperio romano de nuestros tiempos se encuentra en su punto más alto de la degradación moral.
Por eso, nosotros, mujeres y hombres herederos de una heroica gesta libertaria, hijas e hijos legítimos del Libertador Simón Bolívar y de nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez Frías, quienes tejieron el mismo camino de lucha por la independencia, la unidad de los pueblos, la liberación de los oprimidos que Jesús de Nazaret, asumimos con respeto su sacrifico y conmemoramos la Semana Santa en lucha, denunciando la doble moral de los que se declaran cristianos, mientras acaparan la comida y medicamentos del pueblo, provocan hechos violentos y mienten al declararse perseguidos y presos políticos, tan sólo para justificar su llamado a los Estados Unidos a invadir nuestro suelo patrio.
Desde este espacio, como mujer revolucionaria, bolivariana y cristiana, invito a nuestro pueblo a seguir levantando el ideal de justicia e igualdad social, a reivindicar nuestro derecho a ser libres, independientes y soberanos; y a continuar, sin descanso, alzando la voz contra la lucha antiimperialista, y por la construcción del Socialismo, único camino para “la verdad y la vida”.
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